A partir del año 2016, todos los coches que se matriculan en España tienen la obligación de ser clasificados por la Dirección General de Tráfico (DGT) en función de su potencial contaminante.
Para ello, cada vehículo queda clasificado en una categoría que se identifica mediante una etiqueta adhesiva que va pegada en el lateral de la luna delantera del coche.
Esta clasificación determinará si el vehículo es: Cero Emisiones, Eco, C o B, dependiendo del volumen de partículas y gases contaminantes que pueda expulsar a la atmósfera.
Esta clasificación se determina con el objetivo de beneficiar a los automóviles más respetuosos con el medio ambiente y ser una herramienta precisa para las políticas municipales de restricción y tráfico ante amenazas de alta contaminación.